¿Pasamos de largo o nos detenemos?

En agosto es tradición darse un tiempo para reflexionar sobre la solidaridad, mes en el que se conmemora la muerte del Padre Alberto Hurtado, símbolo en Chile de inspiración social y espiritual.

La solidaridad para la vida cristiana es un encuentro con el otro desde una misma plataforma, desde un mismo nivel, donde sólo el hecho de compartir se vuelve un gesto solidario, aunque una de las preguntas que nos hacemos hoy es ¿con quién debo tener ese encuentro?

Hace mucho tiempo atrás un doctor de la ley le hizo esa pregunta a Jesús: ¿Quién es mi prójimo? Una pregunta que para el mundo judío ya tenía una respuesta clara, el prójimo es aquella persona más próxima en relación con otro, algún familiar, algún amigo cercano, aquellos con los que tenga cierta conexión. Actuando bien con esos prójimos ya se estaba cumpliendo el mandamiento “Amarás a Dios y al prójimo como a ti mismo”. 

Sin embargo, la respuesta de Jesús es asombrosa, cambiando un paradigma, instalando una nueva mirada universal desde lo humano, porque describe al prójimo fuera de ese círculo de la tradición y lo pone en lo cotidiano, toma la figura de un Samaritano, persona “non grata” para el pueblo judío y lo expone como modelo, junto a otros tres personajes, el herido más los dos sacerdotes. En esta escena, Jesús no se centra en lo que le ocurrió a la víctima, ni en qué pasó con los asaltantes o lo injusto de su situación; se centra en el abandonado, que queda casi muerto en el camino. Dos personas pasaron, no personas comunes, sino que religiosas, lo miran… pero pasan de largo, no se toman ni un minuto para auxiliar al herido, pasan indiferentes, sin pensar en el bien común. Luego, está el Samaritano, quien no sólo lo ve, sino que se detiene, y se conmueve hasta las entrañas. Sintió el dolor del abandonado, como cuando una madre se preocupa de su hijo con amor “entrañable” y se hizo cargo; lo subió a su montura, le dio un lugar y se quedó con él. Hasta pagó por sus cuidados y prometió volver. Lo más significativo que nos muestra aquí Jesús, es que la misericordia es una acción que pasa por el corazón humano, no es un gesto de asistencialismo, sino que, de compasión. Lo más importante que hace el Samaritano es entregarse por entero al otro, especialmente desde su tiempo, el tiempo que se ha vuelto escaso en el día a día.

Esta escena se sigue repitiendo en nuestros tiempos, muchos abandonados y gente que mira, pero pasa de largo, pocos se quedan detenidos a acompañar y dedicar su tiempo. Frente al dolor, a la soledad del otro, nos volvemos indiferentes, no porque no queramos acercarnos a los demás, sino porque estamos consumidos por la falta de tiempo. Es más fácil pasar de largo que hacerse cargo de las necesidades del otro, es algo natural, es parte de nuestro ser, pero al humanizarnos es cuando nuestros actos se vuelven un misterio divino, porque salimos de nosotros y nos unimos con el otro, con el prójimo. 

Eso es encarnarse, ahí está el sello de nuestra espiritualidad, ahí está expresado el versículo que dice “Verbo se hizo carne”. Por eso es importante preguntarnos, en estos momentos de nuestra vida: ¿Qué personaje de esta historia me está representando? ¿Cómo actúo con los demás? ¿Pasamos de largo o nos detenemos? Con nuestros hijos, con nuestra familia, con nuestros equipos de trabajo, con nuestros estudiantes, con el prójimo.

En este mes queremos invitarlos a mirar al prójimo, a reconocernos e imitar al Señor en la encarnación, dentro de nuestras clases, en el recreo, en los pasillos, en nuestras reuniones, en nuestros encuentros y desencuentros. Detengámonos, miremos y conmovámonos con el otro, sin juicios, sin etiquetas, sólo con la intención de iniciar un encuentro.
 

Andrés Hidalgo
Encargado de Pastoral