24
mayo 2021
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles

Domingo 23 de mayo de 2021

Estimados miembros de nuestra comunidad educativa:

Escribo estas líneas el domingo 23 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, en que celebramos la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente, siete semanas, 50 días, después de la Pascua de Resurrección. Este hecho crucial en la Historia de la Salvación está representado en el vitral nororiente de nuestra iglesia, lo que no me canso de repetir.

Nuestro Fundador, San Arnoldo Janssen, en una época en que muy pocos le rezaban, tenía una gran devoción al Espíritu Santo, a quien los teólogos llamaban “el Dios olvidado”. San Arnoldo heredó esta devoción de su padre, don Gerardo Janssen que cada lunes iba a misa a pedir el Espíritu Santo. Por esa razón muchas parroquias administradas por la Sociedad del Verbo Divino llevan ese nombre. La primera basílica dedicada al Espíritu Santo en todo el continente americano fue edificada hace más de 100 años por misioneros de nuestra congregación “en las afueras” de Buenos Aires, en lo que ahora es el barrio de Palermo, junto a la parroquia y colegio de Guadalupe.

En 1975, el Papa Pablo VI, canonizado en octubre de 2018, escribió la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, sobre el Anuncio del Evangelio. Hay teólogos que dicen que es el mejor documento papal que se ha escrito. Un obispo chileno a cargo de las misiones hace 40 años la describía como “una sinfonía misionera”. San Pablo VI decía que “el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: Él es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación” (EN75). Según una teóloga alemana que ha estudiado sus escritos, estas ideas ya estaban en los escritos de San Arnoldo Janssen. No es de extrañar que las dos congregaciones femeninas – una de hermanas misioneras y otra de contemplativas - fundadas por él se llamen: Siervas del Espíritu Santo.

San Arnoldo Janssen recomendaba siempre que invocáramos al Espíritu Santo, por la misión de la Iglesia. Recemos ahora por los que dirigen los destinos de las naciones, en particular, de Chile.

El día de Pentecostés se sintió un ruido, como de viento. Nicodemo fue de noche a visitar a Jesús. Afuera oscuro, adentro se oye el viento, y Jesús dice: “El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.”. Les recuerdo que las palabras “viento”, “espíritu” y “aliento” en hebreo son sólo una palabra: ruah.  En griego  “viento” y “espíritu”  son la misma palabra: pneuma.

En nuestro país, en los últimos dos años, han estado soplando vientos muy diferentes a los de las décadas previas. Estamos como personas dentro de una pieza, de noche, que sienten el viento, pero no sabemos de dónde viene y adónde va. Después de estas elecciones no sabemos cómo será Chile en pocos años más. Seguramente, será muy distinto al actual. Algunos temen que seremos como Venezuela o como Cuba. Yo espero que seamos como Suecia, Noruega o Dinamarca, países muy desarrollados, pero con impuestos muy altos, que permiten que seguridad social, la medicina y la educación sean excelentes e iguales para todos. Pidamos el Espíritu Santo que nos dé la sabiduría para discernir qué tipo de sociedad Dios quiere para Chile y que nos dé la fortaleza para luchar por ello, con las armas del Evangelio: el diálogo, el respeto, la paz, el servicio a los más humildes y la meditación sobre las cosas que suceden.

Recemos al Padre para que, por medio de su Hijo Jesucristo, el Verbo Divino hecho carne, nos envíe su Espíritu Santo a todos los chilenos, en especial a los que van a tener que redactar la nueva constitución.

Sergio A. Edwards V. svd