10
mayo 2021

Estimada comunidad del CVD:

Escribo estas líneas el domingo 9 de mayo. En estos días celebramos el Día de la Madre. Por eso, quiero comenzar saludando a cada una de las mamás de nuestra comunidad escolar. Ayer tuvimos la actividad llamada Enverbados, organizada por el Centro de Padres. Felicito a quienes organizaron esta especie de “Kermesse Virtual”, que fue muy entretenida (yo pude estar conectado por dos horas y media, que se me pasaron volando) y que logró su objetivo de recaudar $20 millones para dar becas a familias que estén pasando por estrecheces económicas. Hoy es el sexto domingo de tiempo pascual, en que Cristo nos manda amarnos como Él nos ama, es decir, hasta dar la vida. Y el martes es el Día del Alumno, así es que saludamos a cada uno de los alumnos de nuestro Colegio.

El evangelio de este domingo es la continuación del anterior, en que Jesús decía que Él era la vid y nosotros los sarmientos, que separados de Él no podemos hacer nada, pero unidos a Él podemos dar mucho fruto. Hoy el evangelio muestra que dar fruto es cumplir el mandamiento principal del cristianismo que es amar a los demás como Cristo nos amó, que llegó a dar su vida por nosotros.

En castellano decimos “amar” y “querer” para indicar casi lo mismo. En griego hay tres palabras para lo que nosotros llamamos “amor”: eros, agape y filia. El Antiguo Testamento fue escrito en hebrero y traducido al griego en los siglos previos a Cristo, excepto algunos libros tardíos que fueron escritos directamente en griego. El Nuevo Testamento fue todo escrito en griego. El Papa Benedicto XVI en su encíclica “Deus Caritas Est” (“Dios es Amor”) nos explicaba que: “Los antiguos griegos dieron el nombre de eros al amor entre hombre y mujer, que no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano. El Antiguo Testamento griego usa sólo dos veces la palabra eros, mientras que el Nuevo Testamento nunca la emplea: de los tres términos griegos relativos al amor —erosphilia (amor de amistad) y agape—, los escritos neotestamentarios prefieren este último, que en el lenguaje griego estaba dejado de lado. El amor de amistad (philia), a su vez, es aceptado y profundizado en el Evangelio de Juan para expresar la relación entre Jesús y sus discípulos. Este relegar la palabra eros, junto con la nueva concepción del amor que se expresa con la palabra agape, denota sin duda algo esencial en la novedad del cristianismo, precisamente en su modo de entender el amor” (DCE3).

Una de las cosas más lindas de nuestra fe es que el mandamiento más importante es justamente lo que nos hace realmente felices: amar a las demás personas. En otro lugar, Jesús dice que debemos “amar como a uno mismo”. Hay que quererse a uno mismo, es decir, tener una sana autoestima, para poder querer a los demás. Aprendemos a amar en nuestro hogar, a los seres queridos por nuestra mamá y por nuestro papá. Uno logra esa sana autoestima cuando se siente y se sabe querido por sus padres. Eso nos permite querer a las demás personas: primero a los hermanos, después a la familia extensa (abuelos, tíos, primos), más adelante a los compañeros de colegio y debiéramos ir creciendo en nuestra capacidad de amar, hasta llegar a querer a todos los seres humanos (como lo sentía San Francisco, como nos lo recuerda nuestro Papa actual en la Encíclica Fratelli Tutti, “Hermanos Todos”). Nuestro círculo de personas queridas debe ir creciendo hasta ser capaz de querer a los que son diferentes: personas “de toda lengua, raza, pueblo o nación”, como dice el Apocalipsis. El comienzo de este proceso de aprender a querer a las demás personas comienza en el hogar, recibiendo y correspondiendo al cariño que nuestra mamá, a quien celebramos hoy, y de nuestro papá.

Que Dios bendiga a toda la humanidad y, en particular, a nuestra comunidad, especialmente a las mamás y a los alumnos en el día dedicado a ellos.

Se despide afectuosamente,  

Sergio A. Edwards V. svd

Lunes 10 de mayo de 2021.