El comienzo
El proyecto fue presentado al Consejo General en 1947 y ese mismo año fue aprobado. El Superior Provincial, el P. José Doemkes, se identificó desde un principio con el proyecto y encargó al P. Werner Fromm acometer la construcción del Colegio del Verbo Divino. Para llevarla a cabo, se formó una Sociedad bajo el nombre de Inmobiliaria Colegio del Verbo Divino S.A. "Esta nos pareció la única modalidad posible para reunir el capital necesario para la tarea gigante que representaba un moderno colegio, con su propio estadio y todos los demás rasgos que habrían de caracterizarlo", relata el P. Fromm en el informe de 1
El 2 de febrero de 1948, la Congregación del Verbo Divino compró el actual terreno del Colegio de seis hectáreas en ocho millones de pesos. Para financiar los gastos, la Congregación puso en venta dos de las hectáreas divididas en 28 propiedades pequeñas, las que se vendieron fácilmente a ex alumnos del Liceo Alemán, con lo que se obtuvo diez millones de pesos. Los amigos consejeros del Padre Fromm no se habían equivocado y se logró así recuperar el dinero de la inversión inicial, quedando dos millones más para la urbanización de los terrenos. Al poco tiempo, el terreno del Colegio volvió a ser de seis hectáreas, ya que la Sra. Elena Errázuriz estuvo dispuesta a vender otras dos.
"El terreno comprado tiene varias ventajas: en primer lugar, su ubicación es fácilmente accesible, no sólo para los alumnos cuyas familias viven en el llamado 'barrio alto', sino también para los alumnos que viven a mayor distancia, gracias a los buenos medios de locomoción que unen el centro de Santiago con los modernos sectores residenciales de Las Condes y Avda. Apoquindo. Además, permite incorporar al Colegio propiamente tal, no sólo áreas y espacios verdes y adecuados, sino un verdadero estadio, con cancha de fútbol, tenis, básquetbol, atletismo, etc., y una gran piscina. Finalmente, para la Sociedad Anónima representa una inversión valiosa que no tiene riesgo alguno de desvalorización futura, sino, por el contrario, posibilidades evidentes de gran valorización por el progreso del sector en que está ubicado", explicaba el entonces presidente de la Inmobiliaria Colegio del Verbo Divino, Sergio Vergara V., en un prospecto escrito el año 1948, evidenciando el énfasis que existió desde un principio en que el Colegio destaca por su modernidad.
La Sociedad llamó a concurso de arquitectos, al que se invitó a participar a los profesionales ex alumnos del Liceo Alemán. Se presentaron 23 proyectos. Tanto el P. Provincial José Doemkes como el P. Werner Fromm integraron el jurado examinador que estuvo trabajando semanalmente durante dos meses para elegir como ganador a Sergio Larraín García Moreno junto a sus colaboradores: los arquitectos y profesores Emilio Duhart, Mario Pérez de Arce y Alberto Piwonka.
En la propuesta se presentó un edificio de 17.000 m2 concentrado al lado poniente del terreno, dejando todos los patios grandes de juego, jardines y canchas de deportes comunicados entre sí, con vista a la cordillera. La orientación sería nororiente, para utilizar la luz del sol de la mejor manera. La construcción sería asísmica e incombustible, de concreto armado y albañilería reforzada, y las terminaciones, de primera calidad, de fácil limpieza y aspecto acogedor. En un principio la edificación fue pensada para atender a 1.260 alumnos.
Por otra parte, los jardines del Colegio estuvieron a cargo del primer arquitecto paisajista que hubo en Chile, el alemán Óscar Prager, quien había realizado grandes parques en California.
Uno de los arquitectos, Mario Pérez de Arce -quien estuvo detrás del proyecto durante muchos años y cuyo hijo y ex alumno del Colegio ha continuado su labor-, recuerda los días en que se elaboraron los planos del establecimiento. "Como el terreno era muy grande, lo primero que pensamos fue que había que ocupar bien los espacios y gozar de la vista a la cordillera, que era fantástica. Entonces, hicimos todas las partes principales del Colegio mirando ese panorama. Para nosotros también era muy importante que el edificio tuviera corredores grandes, abiertos, como en los colegios antiguos. Darles sensación de libertad a los niños era fundamental", relata.
En enero de 1949 fueron enviados a Roma, al Consejo General de la Congregación, los planos de las futuras construcciones. Se presentó un proyecto que contemplaba cinco secciones: el colegio, la comunidad, la iglesia, la cocina y las canchas de juego y deportes. La sección del colegio contaba con el kindergarten, con las clases de primaria y los cursos de humanidades. A esto se sumaban los laboratorios, los comedores y el internado.
La primera piedra del Colegio fue bendecida el 20 de noviembre de 1949. Sobre ella se erigió el estadio. Inmediatamente después comenzó la construcción de los pabellones del kindergarten y de los primeros años de preparatoria. El 9 de abril de 1950, la primera parte del Colegio fue bendecida por el Cardenal José María Caro, para comenzar las clases dos días después. Un total de 167 niños, distribuidos en tres cursos (2a, 3а y 4a preparatoria), se transformaron en los alumnos fundadores del Colegio. Un año después fue terminada la segunda ala del Colegio. Mientras éste crecía, también lo hacía su alumnado: ya eran 363 los estudiantes que asistían a clases.
El Colegio fue creciendo rápidamente. Año a año el problema era cómo dar cabida a tantos niños que querían ingresar a sus aulas. Por eso, la Administración se vio siempre obligada a seguir habilitando un cuerpo tras otro. En 1953 eran 750 alumnos. En 1954 aumentaron a 940, en 1955 a 1.067, en 1956 a 1.250, en 1957 -año en que se terminó la construcción del cuerpo central del Colegio, con los gabinetes, salas de clases y comedores, y el sector destinado entonces a la comunidad religiosa- a 1.350. En 1958 egresaron los primeros alumnos de sexto de humanidades y el alumnado total del Colegio se acercaba a los 1.450.