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Fernando Pérez Oyarzún:

“El conocimiento y la precisión deben transmitirse con pasión”

Exalumno de la generación de 1967, se tituló como arquitecto en 1977 en la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) y como Doctor Arquitecto de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona en 1981.

El pasado 20 de mayo, el Directorio Nacional del Colegio de Arquitectos de Chile le otorgó el Premio Nacional de Arquitectura 2022, máximo galardón que puede recibir un arquitecto en el país.

Saliendo del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), institución que actualmente dirige. Así lo sorprendió la noticia de su nominación. Un reconocimiento que comparte, tanto con quienes le han colaborado a lo largo de su carrera como con aquellos que se dedican al ejercicio de la disciplina. Un logro que también lo llena de alegría porque corona una larga trayectoria profesional y académica. 

Reconoce que aún le cuesta creer que el colegio de arquitectos lo haya premiado y agradece la cuota de generosidad que, según él, tuvo el jurado que lo eligió. Pero, de acuerdo a lo expuesto por la presidenta de este organismo, Jadille Baza, en la prensa nacional, el altruismo no fue el detonante del premio. Sino que más bien, sopesó el hecho de que Pérez Oyarzún ha sido capaz de explorar la multiplicidad de roles que conlleva la profesión, “siendo un impulsor, creador y también formador de arquitectos”.

Una de sus obras más recientes es el Centro de Extensión Oriente, en el Campus Oriente de la UC. (Ver fotos inferiores).  En ella, como él mismo afirma, tal vez, es posible observar la forma en que el entorno arquitectónico del Colegio del Verbo Divino pudo contribuir, de alguna manera, a educar la sensibilidad artística que hoy lo caracteriza.

¿Cómo descubrió su vocación por la arquitectura y a qué edad?
La descubrí tarde y de manera azarosa, hojeando un libro con los prospectos de diversas carreras, cuando debía decidir mis postulaciones. Me llamó la atención la amplitud de los estudios de Arquitectura. Barajé muchas alternativas, desde la Física al Arte, pasando por la Filosofía. Ya entonces había comenzado a estudiar Música.  

¿Qué recuerdos tiene de su ingreso y estadía en el Colegio?
Mi ingreso coincidió con dejar a mi familia en el campo y venir a vivir con mis abuelos a Santiago. Fue por tanto una experiencia marcadora. A pesar de haber sido un buen estudiante, la vida escolar no fue fácil para mí. Mis mejores recuerdos tienen que ver con la excepcional calidad de algunos de mis profesores, con el notable edificio del Colegio y con sus jardines. Cuando mis salas de clases miraban al jardín del Parque Werner Fromm con bellotos, ceibos y canelos, el tedio de la vida escolar se me hacía más fácil de sobrellevar.

¿De qué asignaturas disfrutaba más en el Colegio?
Me interesaban muchas: Física, Literatura y Arte, especialmente. En trabajos manuales, emprendía proyectos ambiciosos. Intenté con el deporte, pero no era talentoso, por lo que no tuve muchas oportunidades de practicarlo.

¿Recuerda a algún profesor de arte del Colegio que lo haya marcado?
Sin duda, el profesor Benavides supo captar mi interés por el arte y tuvo la paciencia de responder a mis preguntas fuera de clase. 
De muy niño recuerdo la meticulosidad del Sr. Jeria, profesor de Castellano, que lo había sido también de mi padre. Más adelante recuerdo a maestros como Hugo Bodini en Historia y Geografía, Roberto Herrera en Física, Jesús González en Filosofía y Dagoberto Taiba en Castellano, un maestro de un particular rigor, que enseño también a mi hijo mayor. Todos ellos excepcionales. 

El Colegio está muy comprometido actualmente con el cuidado del medioambiente, ¿Qué es necesario hacer para que la arquitectura sostenible gane más terreno Chile?
Por una parte, se requiere una educación de la sociedad, pero también profesionales mejor preparados e imaginativos para enfrentar esos desafíos. Si falta uno de esos dos elementos será difícil mejorar las cosas. Una clave importante es un cálculo más amplio y a más largo plazo de lo que llamamos rentabilidades.

Debido a su paso por el Colegio, ¿se considera un hombre de fe? 
Sí. El Colegio debe haber contribuido a ello. Para los que tuvieran oídos, había una buena formación en ese plano. Recuerdo, por ejemplo, la utilización del catecismo Herder que era una novedad entonces. Pero hay que recordar siempre que la fe es un don. No se cómo influye Dios en mi trabajo. Supongo que como una ambición de perfección: “sed perfectos…”.

Obra propia

¿Cuál fue su primer proyecto arquitectónico, luego de terminar su carrera?
Fue un proyecto de ampliación de una casa a la que llegué a vivir 20 años después. Era un encargo modesto que se construyó solo parcialmente, pero lo hice con ambición y cariño. 

¿Cuál de los proyectos arquitectónicos que ha llevado a cabo se ha transformado en un desafío?
Cada proyecto es un desafío, cada concurso una nueva oportunidad de decir algo. Ciertamente, los edificios de mayor envergadura en que he participado han involucrado responsabilidades mayores. Así ocurre, por ejemplo, con el Centro de Cáncer Nuestra Señora de la Esperanza, de gran complejidad técnica, o con la Escuela de Medicina de la PUC, la Biblioteca Biomédica, el Edificio Académico de la Facultad de Artes, o el Centro de Extensión Oriente. Mis proyectos más significativos han sido para la Universidad Católica donde he trabajado por cerca de 50 años.  Debo agradecer esas oportunidades y he procurado responder a ellas con responsabilidad.

¿Qué arquitectos chilenos y extranjeros han influido en su trayectoria?
Muchísimos arquitectos con una obra teórica tan importante como Alberto Cruz, Juan Borchers o Isidro Suárez fueron decisivos para mí. Durante el período de escuela, Claudio Ferrari que me introdujo a la docencia o profesores de taller que me marcaron especialmente como Juan Baixas u Horacio Borgheresi.  En el plano internacional, admiro la sensibilidad y el talento de Álvaro Siza, o la completitud e inteligencia de la obra de Rafael Moneo. Los maestros modernos desde Le Corbusier a Kahn o Aalto, siempre entregan lecciones valiosas.

El decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño, y Estudios Urbanos de la Universidad Católica dice que usted es un maestro formador de generaciones que ha sabido destacar, por la vía de la investigación, la teoría y un férreo compromiso intelectual con el estudio y proyección de la arquitectura, ¿Cuáles son los principales conceptos o ideas que usted trata de plasmar en sus alumnos, a la hora de enseñar?
Uno no es completamente consciente de cómo enseña ni de cuáles son aquellos mensajes verbales o gestuales que realmente tocan a los estudiantes. Enseñar es un arte y como tal, tiene también componentes intuitivos y emocionales. Mirando hacia atrás creo que lo que he ido construyendo como docente se explica como una mezcla de rigor y entusiasmo. La enseñanza tiene algo de contagio. El conocimiento y la precisión deben transmitirse con pasión.

Sus ensayos y su obra escrita coinciden con su estilo de construcción. Por eso, algunos afirman que usted es uno de los exponentes de la “arquitectura culta” ¿Qué opinión tiene al respecto?
No hay una forma de ser arquitecto; hay muchas. La mía ha procurado vincular el conocimiento teórico con el proyecto; el pensamiento con la construcción. Tal vez no es lo más frecuente, pero ha sido lo mío. No estoy solo en ello. Históricamente hay toda una línea de arquitectos que lo han intentado. Creo que esa combinación ha sido importante para mostrar a los estudiantes que el discurso puede encarnarse en un hacer. Un escrito a su manera se construye. Una construcción a su modo es un discurso.
 

Director del MNBA

¿Qué aspectos en común tiene su profesión de arquitecto con la misión de estar a la cabeza de un centro histórico tan importante?
La universidad, a veces contra mis deseos, me dio una amplia experiencia en gestión académica. Allí aprendí que la administración, cuando es realmente creativa, es también una forma de arte, que debe echar mano del conocimiento y la experiencia, pero también de la imaginación y la pasión. He sostenido que la arquitectura consiste en cargar de sentido la construcción y dirigir un museo tiene algo de ello: construir con sentido.

¿A su juicio como están conversando las humanidades y los distintos saberes hoy, y cómo deberían conversar en un futuro?
Tal vez conversan menos de lo que debieran. Las humanidades y las disciplinas artísticas tienen mucho que ofrecer a la sociedad. Hay una diferencia radical entre un desarrollo con cultura y otro sin cultura. Entre una educación con o sin cultura. Lo cultural no es algo que deba venir como la guinda de la torta, cuando aparentemente hemos resuelto nuestras necesidades. La cultura está siempre. Nos acompaña, como nuestra sombra, con más o menos recursos. Eso sí, para conversar realmente, se requiere un grado de complicidad, escuchar con atención y comprender el lenguaje del otro. 

¿Cuál es el rol que juega la arquitectura hoy, en esta era de la postmodernidad?
Los arquitectos nos solemos quejar de una pérdida de influencia social, pero es necesario redefinir el rol de la profesión, poniendo énfasis en su capacidad para abordar determinados problemas. Lo que cabría preguntarse frente a muchos de los desafíos actuales es: ¿Qué puede ofrecer la arquitectura en este asunto? Como ha señalado Alejandro Aravena, la ciudad puede ser un atajo, esto es una manera sintética y comprensiva de resolver muchos problemas sociales, culturales o ambientales que enfrentamos en la actualidad. Para ello se requiere, rigor, tesón e imaginación.
 
¿Qué mensaje entrega a los alumnos del Colegio del Verbo Divino que están pensando en estudiar alguna carrera artística o del área de humanidades?

Que sigan su vocación con valentía y autenticidad. Estudiar una carrera es, bien entendido, una manera de adquirir una forma de pensar y de proceder, aplicable a diversos campos.  El arte y las humanidades pueden hacer una contribución social y prestar un servicio significativo.
 

Un sinfín de reconocimientos

Además del Premio Nacional de Arquitectura, Fernando Pérez Oyarzún ha sido galardonado con el Premio Sergio Larraín García-Moreno del Colegio de Arquitectos de Chile (2010), Premio a la Excelencia docente de la Pontificia Universidad Católica de Chile (2012), Premio Arquitecto Mayor de la Universidad Mayor (2014), Nominación Honorífica como Curador de los Bienes Artísticos y Patrimoniales de la Catedral de Santiago (2016) y la Medalla AOA a la trayectoria académica (2019).