La espiritualidad verbita es un camino que nos acerca al misterio de la Santísima Trinidad, quien nos crea por amor y nos llama constantemente, a través de su Palabra, a reconocernos hijos suyos, llamados a ser felices, haciendo el bien a los que nos rodean; cumplir la voluntad de Dios, renunciando a nuestros egoísmos y temores que nos alejan de Dios y de los demás.

El Espíritu Santo nos guía y acompaña por el camino de la entrega gratuita y amorosa, en la construcción del reino de Dios.

Como verbitas, nos consagramos al Sagrado Corazón de Jesús, quien con su infinito amor y misericordia nos toma de la mano y nos acompaña en la gran aventura de ser cada día más humanos, desarrollando el tesoro de nuestra espiritualidad.

 

Dios verdad eterna,
creemos en Ti.

Dios, salvación y fortaleza nuestra,
esperamos en Ti.

Dios, bondad infinita,
te amamos de corazón.

Enviaste al Verbo, salvador del mundo,
haz que todos seamos uno en Él.

Infunde en nosotros el Espíritu de tu Hijo,
para que glorifiquemos tu nombre.

Amén.

Nos recuerdan las Constituciones SVD: “Entre los demás Santos destacamos particularmente a San José, y a aquéllos que nos recomendó nuestro Fundador, y así como a los Santos del país en que trabajamos”. Nº 406.

L. Verbo de Dios Encarnado.
T. Danos vida con tu Espíritu.
L. Madre Inmaculada del Señor.
T. Conduce a todos a tu Hijo.
L. Santos Miguel, Gabriel y Rafael,
T. Protejan el Reino de Dios en la tierra.
L. Santos José, Joaquín y Ana.
T. Consígannos pregoneros del Evangelio.
L. Santos Pedro, Pablo, Juan y Andrés.
T. Ayuden a los mensajeros de la fe.
L. Santos Gregorio, Agustín y Vicente.
T. Rueguen por todo el pueblo de Dios.
L. Santos Arnoldo Janssen y José Freinademetz.
T. Abran nuestros corazones a todos los pueblos.
L. Beatas María Elena, Josefa y beatos mártires verbitas.
T. Fortalezcan nuestro servicio misionero.
L. San Alberto Hurtado, Santa Teresa de Los Andres y Beata Laura Vicuña,
T: Rueguen por el Pueblo de Dios que peregrina en Chile.
L. Ante la luz del Verbo y del Espíritu de gracia, desaparezcan las tinieblas del pecado y la noche de la incredulidad,
T. Y viva el Corazón de Jesús en los corazones de toda la humanidad. Amén.

Fuente: Vademécum SVD, Edición 2009 español.

Ven, Espíritu Santo creador,
ven a visitar el corazón
y llena con tu gracia viva y eficaz,
nuestras almas, que tú creaste por amor.

Tú, a quien llaman el gran Consolador,
don del Dios altísimo y Señor,
eres vertiente viva, fuego que es amor,
de los dones del Padre el dispensador.

Tú, Dios, que plenamente te nos das,
dedo de la mano paternal,
eres Tú la promesa que el Padre nos dio,
tu Palabra enriquece hoy nuestro cantar.
Los sentidos tendrás que iluminar,
nuestro corazón enamorar,
y nuestro cuerpo frente a toda tentación,
con tu fuerza constante habrás de reafirmar.

Lejos al opresor aparta ya,
tu paz danos pronto, sin tardar.
Y, siendo nuestro guía, nuestro conductor,
evitemos así cualquier error o mal.

Danos a nuestro Padre conocer,a Jesús, el Hijo, comprender,
y a Ti, Dios, que procedes de su mutuo amor,
te creamos con sólida y ardiente fe.

Alabemos al Padre, nuestro Dios,
y a su Hijo que resucitó,
también al Santo Espíritu consolador,
por los siglos y siglos gloria y bendición.

Amén.

Ven Espíritu de luz,
Ilumina, esclarece, concientiza,
haznos entrar en el interior de las cosas
más allá de las apariencias.
Sin tu presencia nada tiene sentido
y la historia queda sin rumbos.
Que en tu luz veamos la luz.

Ven Espíritu transformador,
despierta, dinamiza, multiplica
las energías escondidas de tu pueblo,
Sin tu fuerza todo queda parado,
estancado, desintegrado.
Ven, transforma la faz de la tierra.

Ven Espíritu creador,
renuévanos, construye y reinventa el futuro
donde cada uno seamos responsables.
Sin tu coraje somos viejos incapaces
de pasos nuevos de acción liberadora.

Ven, crea al hombre nuevo abierto al Espíritu.
Ven Espíritu unificador,
arráncanos de nuestro aislamiento.
Enséñanos a participar y compartir,
a solidarizarnos, a no desanimarnos.
Sin tu ayuda somos egoístas y orgullosos.
Enséñanos la sabiduría de la interioridad.

Ven Espíritu consolador,
sana y consuela los corazones afligidos,
las heridas escondidas.
Sin tu apoyo todo es triste, sin vida,
pero con tu presencia, júbilo sin fin.

Ven Espíritu de paz,
une los pueblos, las razas, las comunidades,
las familias divididas.
Danos tu perdón.
Sin tu amor solamente hay luchas y peleas.
Ven Espíritu de paz.

Ven Espíritu de urgencia,
aprieta el tiempo, quema las etapas.
Cristo está a la puerta y llama.
Ven, encamina la historia hacia el Reino.

Ven Espíritu escondido,
Espíritu prometido, Espíritu de los profetas.
Espíritu de Jesús, de María, de la Iglesia naciente.
Date a conocer a tu pueblo reunido,
a tu Iglesia en oración.
Espíritu del misionero, Espíritu de Dios,
Derrama en nosotros tu amor.

Amén, Aleluya.

Espíritu Santo,
toma mi vida: mi mente, mi corazón,
mi cuerpo con todos sus sentidos.

Te consagro mi existencia entera,
con todas sus realidades y acontecimientos:
báñame con tu gracia;
enciéndeme con el fuego de tu amor,
y úngeme con el bálsamo de tu presencia.

Todo mi ser lo pongo en tus manos
libre y voluntariosamente:
conviérteme al amor del Padre,
para que se cumpla en mí su voluntad;
transfórmame en Cristo,
para que sea nueva criatura en su pascua;
moldéame a tu gusto y voluntad,
para que sea imagen y transparencia del Señor.

Te declaro solemnemente
el huésped y dueño de mi corazón,
el maestro de mi vida,
mi guía interior.

No me dejes nunca,
enséñame el camino del seguimiento de Jesús
y dirige todos los movimientos de mi voluntad
hacia el amor de Dios y del prójimo.

Tú eres el mejor regalo de Cristo resucitado,
primicia de su pascua,
prenda segura de su salvación.

Así sea.

Confiada invocación

​​“Que Dios Uno y Trino sea conocido,
amado y glorificado por todos los pueblos:
el poder del Padre,
la sabiduría del Hijo
y el amor del Espíritu Santo”.

Padre Celestial con esas palabras expresó
San Arnoldo Janssen su profunda fe y confianza
en la Santísima Trinidad.
Con este mismo espíritu y consciente de que
“el amor es el único idioma que entienden
todos los hombres”, San José Freinademetz,
misionero verbita en China,
dejó su patria y llegó a hacerse
chino con los chinos.

Te agradecemos, Señor,
porque llenaste sus vidas de fe,
en tu palabra y de amor a todos
los pueblos de la tierra.
Por intercesión de estos santos misioneros
te presentamos nuestras súplicas
en nuestras necesidades.
(aquí se puede mencionar la intención particular)

En tu amor te pedimos
con absoluta confianza estas gracias.
Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, el cual vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

Amén.