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09/02/2024
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Semblanza Sebastián Piñera Echenique
Por Fabio Valdés Correa, exalumno generación 1966 9 de febrero de 2024

Me han solicitado escribir una semblanza de Sebastián para la comunidad del CVD. Con mucho gusto les escribo mis recuerdos de esa cercana amistad de 70 años con mi muy querido amigo desde la primera infancia hasta hoy. Ojalá esta perdure en el recuerdo, aunque sea a lontananza. Me referiré preferentemente a su vida escolar, universitaria y profesional, porque su faceta política asumo que ustedes la conocen.

Yo he sido amigo de Sebastián desde los 5 años. Entramos juntos al CVD en el año 1955. En la primera infancia, jugábamos juntos al “paco ladrón”, a las bolitas en el patio chico, bajo el cuidado de las monjas alemanas, a quienes respetábamos sagradamente. Todo muy sencillo en esa época. Usábamos pantalón corto y uniforme muy bonito que en esos tiempos era enteramente gris con la insignia verde en el bolsillo superior de la chaqueta.

Durante las vacaciones íbamos al campo de mis padres en Llay-Llay. A Sebastián le gustaba mucho andar a caballo y más de alguna vez se cayó galopando porque era desde chico muy intrépido. Desde el campo íbamos al Festival de Viña del Mar y gozábamos viendo la actuación de Sandro, Aznavour y tantos otros de la nueva ola chilena y también el humor de Firulete, una especie de Coco Legrand de nuestra época. Todos chistes muy inocentes, cero garabatos.

Sebastián en esa etapa escolar (se llamaban preparatorias los primeros seis años) era un alumno, yo diría normal, no era de los primeros y hasta algo corto de genio. Pero ya más tarde, en los que llamaba humanidades (los últimos seis años) comenzó a mostrar sus habilidades, especialmente en ramos científicos, con mención especial en matemáticas.

Recuerdo vivamente como una vez el profesor (se llamaba Sergio Seballos y lo hacía bastante bien) estaba resolviendo una ecuación simple en el pizarrón. Lo hacía a ritmo lento, para que todos entendiéramos. En la mitad de aquello y antes de llegar al resultado, Sebastián se levantó, tomo la tiza y escribió X=4. Era correcto, pero Seballos le dijo, anda a sentarte Piñera y él volvió con la cola entre las piernas. Ya se empezaba a notar su rapidez mental.

Mas tarde en la universidad (entramos juntos a Economía y Administración en la UC) desplegó todas sus dotes para el estudio. Era un alumno brillante. Siempre el primero del curso, siempre la nota superior. Yo no le pude seguir el ritmo, era demasiada la distancia intelectual, pero siempre me ayudaba a comprender las materias más difíciles. Terminó la carrera un año antes que yo, porque se inscribía en más ramos que el resto de los alumnos, buscando titularse pronto para ir a USA a doctorarse en economía.

Más tarde, en la vida profesional pude apreciar con más amplitud sus habilidades. Portentosa inteligencia, rapidez mental, capacidad de análisis, buscando siempre separar la paja del trigo. Pero no solo eso. Complementaba esas condiciones con buena capacidad de ejecución y con un notable sentido de responsabilidad, procurando siempre la tarea bien hecha. Leía todos los informes que le preparaban sus ejecutivos, subrayaba lo relevante y despreciaba la cháchara.

Si lo comparamos con un médico, Sebastián tenía un “diagnóstico” genial de los problemas a resolver. Pero no solo eso, también lideraba el “tratamiento” y cuando percibía que no conocía suficientemente el asunto, averiguaba, consultaba y reclutaba a los que más sabían del tema, pero siempre bajo su liderazgo, el que nunca aflojaba. Aunque sabía delegar, lo hacía parcialmente, sin perder del todo el ojo en el asunto.

Era culto y creyente sin ser pechoño, y era un tipo de principios. Le gustaba mucho el nuevo testamento, especialmente ese pasaje de Mateo: Tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, fui forastero y no me recogiste. Quizás esa vertiente no se le notaba demasiado, porque su “solución” para aquella sentencia de Jesús era por la vía de una política económica de crecimiento y empleo más que de altruismo en la beneficencia.

Finalmente destaco su vida familiar muy cercana con su encantadora mujer Cecilia Morel recién cumpliendo 50 años de matrimonio. A sus hijos les daba bastante libertad, siempre pendiente de ellos sin ser controlador. Con sus nietos, un espectáculo: genuinamente cariñoso, chacotero y gran abuelo.

Finalizo deseando a mi amigo un muy sentido adiós (en el sentido literal del término) y también un angustiado hasta siempre.

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